quarta-feira, 29 de agosto de 2012

La Regla Del Nagual de Tres Puntas - Parte 1


INTRODUCCIÓN
Desde temprana edad, la tendencia reflexiva de mi carácter me llevó a buscar una explicación sobre quien soy y cual era mi propósito en la vida. Basado en este interés, en cierta ocasión un compañero de estudios me informó que Carlos Castaneda iba a dar una plática privada en casa de un amigo suyo, y que yo podía venir si quería. Me quede encantado con la invitación, pues hacía tiempo que esperaba una oportunidad así.
Castaneda era un famoso antropólogo, autor de varios libros sobre la cultura de los antiguos brujos mexicanos. En ellos cuenta que, siendo aun estudiante en la Universidad de California, fue hacer trabajo de campo entre los indios yaquis, al norte de México, a fin de aprender sobre las plantas medicinales que ellos utilizaban. En uno de sus viajes se encontró con un viejo yerbero que tenia fama de hechicero, quien se le presentó como Juan Matus. Con el paso del tiempo, el anciano lo tomo como aprendiz y le introdujo en una dimensión totalmente desconocida para el hombre moderno: la sabiduría tradicional de los antiguos videntes toltecas, comúnmente conocida como “brujería” o “nagualismo”. 
En una docena de libros, Carlos relata una relación de maestro y aprendiz que duró trece años. En ese tiempo, fue sometido a un arduo entrenamiento que le llevó a corroborar personalmente los fundamentos de esa extraña cultura. Las experiencias adquiridas durante su aprendizaje terminaron haciendo que el joven antropólogo sucumbiese ante la fascinación del conocimiento, y fuese absorbido por el sistema de creencias que estudiaba. Este desenlace le alejó bastante de sus metas originales.
Nagualismo era el nombre que daban los brujos del México prehispánico a su sistema de creencias. De acuerdo con la historia, aquellos hombres estaban profundamente interesados en su relación con el Universo, a tal grado, que se dieron a la tarea de investigar los límites de la percepción a través del uso de plantas alucinógenas que les permitían cambiar los niveles de conciencia. Después de practicar durante generaciones, algunos de ellos aprendieron a “ver”, es decir, a percibir el mundo, no como una interpretación, sino como un flujo constante de energía.


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El nagualismo consiste en un conjunto de técnicas diseñadas para alterar la percepción cotidiana, produciendo fenómenos psíquicos y físicos de extraordinario interés. Por ejemplo, la tradición mexicana afirma que un nagual es capaz de transformarse en un animal, pues ha aprendido a soñarse a sí mismo en una forma diferente a la de un ser humano. Detrás de esta creencia popular está el hecho de que los brujos exploran su subconsciente con el propósito de arrojar luz sobre aquel ámbito desconocido de nuestro ser.
El nagualismo fue durante miles de años una práctica socialmente aceptada, tal como entre nosotros lo es la religión o la ciencia. Con el tiempo, sus postulados ganaron en abstracción y síntesis, convirtiéndose en una especie de propuesta filosófica, cuyos practicantes llevaron el nombre de toltecas. Los toltecas no eran lo que comúnmente entendemos por brujos - individuos que usan fuerzas sobrenaturales para dañar a otros -, sino hombres y mujeres extremadamente disciplinados e interesados en complejos aspectos del estar conscientes.
En sus libros, Carlos se esforzó con mucho talento por adaptar el conocimiento de los naguales a nuestro tiempo, sacándolo del ambiente rural y haciéndolo accesible a personas con formación occidental. A partir de las enseñanzas de don Juan, él definió las premisas del camino del guerrero o el camino de la conducta impecable, consistentes en control, disciplina y esfuerzo sostenido. Una vez interiorizados, estos principios llevan al practicante a otras técnicas más complejas, cuyo objeto es percibir el mundo de una manera nueva.
Logrado esto, el estudiante está en posición de moverse por el ámbito de los sueños en forma voluntaria y conciente, tal como lo hace en su vida cotidiana. Esta técnica se complementa con lo que don Juan denominó “el arte de acechar” o el arte de conocerse a sí mismo, y con un ejercicio diario llamado “recapitulación”, porque consiste en repasar los eventos de nuestra historia personal para encontrar su trama oculta. Tanto el ensueño como la recapitulación hacen posible la creación del “doble” energético, una entidad prácticamente indestructible, capaz de actuar por cuenta propia.
Uno de los descubrimientos más relevantes de los videntes toltecas, fue que los seres humanos poseemos una configuración luminosa o campo energético en torno a nuestro cuerpo físico. También Vieron que unos pocos venían con una configuración especial dividida en dos partes. A estos les llamaron  naguales, es decir, “personas duplicadas”. Por su particular conformación, el nagual tiene mayores recursos que el común de las gentes. También vieron que, a causa de su doblez y excepcional energía,  son líderes naturales.


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A partir de estos descubrimientos, fue inevitable que los videntes se estableciesen según los mandatos de la energía, organizando grupos armónicos, cuyos participantes se complementaban entre sí. Los guerreros de estos grupos estaban comprometidos con la búsqueda de nuevos niveles de conciencia. Con el tiempo, comenzaron a darse cuenta de que, detrás de sus prácticas y formas de organización, había una regla impersonal.
En este sentido, la regla es la descripción del diseño y los medios por los cuales pueden unirse las diversas conformaciones luminosas de la especie humana, a fin de integrar un solo organismo denominado “la partida del nagual”. La meta de estos grupos es la libertad total, la evolución de la conciencia al punto de poder viajar por el océano de la energía cósmica, percibiendo todo lo que nos es accesible. Existe una sección especial de la regla que describe cómo se entrelazan las diversas generaciones de guerreros formando linajes, y cómo los linajes se renuevan cada cierto tiempo.
A Carlos le tocó vivir una de esas etapas de renovación. Sin embargo, él mismo no entendió lo que esto significaba, hasta que recibió un mensaje que le orientó hacia la divulgación de la enseñanza.
Cuando yo lo conocí, todavía él tenía una gran reserva para con el público y trataba de mantenerse distanciado de la gente. Nuestra relación fue principalmente a través de pláticas que daba a pequeños grupos, y conversaciones en privado. Él me exigió que pasase inadvertido frente a los demás a fin de mantener bajo control mi historia personal. Tiempo después, me confesó que esa medida poseía un sentido más profundo, pues yo tenía un compromiso con el espíritu y debía ejecutar mi tarea cuatro años después de su partida.
Cuando le pregunté la razón de ese requisito, me dijo que él sabía que su obra iba a ser obstruida por detractores, que tratarían de frustrar el plan diseñado por don Juan para una revolución de la conciencia. Mi función sería dar un testimonio del mensaje que recibí.

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